Cansada de la inseguridad, decido invertir en una costosa
alarma contra robos para proteger mi automóvil. No soy la única, todos han
equipado a los coches con sofisticados sistemas sonoros que alertan a sus dueños
cuando son vulnerados. En la noche todas suenan, algunas activadas por vibraciones del suelo, otras por un perro,
gato o algún transeúnte distraído. Así puedo descansar tranquila hasta
el trágico instante en que me despierto
de un sobresalto: ha dejado de sonar una alarma ¿Será la de mi auto?
( De "Oíd el ruido de rotas metáforas", Macedonia 2015)